sábado, 4 de octubre de 2008

Arte y Teologia

“EL QUE PINTA ORA DOS VECES”…..
REFLEXIONES EN TORNO A LA RELACION ARTE - TEOLOGIA



¿Que es la red teo-artística? Me preguntó un amigo cuando lo invite a participar en una reunión. Yo le respondí sin pensarlo demasiado: se trata de un grupo de personas, artistas y artesanos, que nos reunimos a compartir nuestras experiencias de fe y nuestras producciones o expresiones artísticas en torno a esa misma fe desde hace algún tiempo, a través de reuniones, encuentros y talleres, y en distintas partes. Y como él es medio ateo, -o al menos bastante frío frente a los temas religiosos - pero a la vez un hombre con bastante sensibilidad social y artística, me preguntó: ¿pero cual fe? Y cuales expresiones artísticas? A lo que yo le respondí: básicamente a nuestra fe en el Dios de la Vida, en el Dios de la Justicia, que es como el sol que nos alumbra a todos por igual; en la fe en que otro país es posible, un país menos injusto y corrupto, menos clasista y violento, y si más igualitario y más solidario. Y en cuanto a las expresiones artísticas, que actualmente son las de algunos poetas, cuenteros, pintores, cantores, músicos y artesanos (de la madera, de los tejidos…), pero que en ella caven todas las expresiones posibles y dispuestas a vincularse.


Re-cordando

Efectivamente, somos un grupo de personas, que hemos recorrido los caminos de la lucha, el anuncio, la denuncia, la pedagogía popular, la celebración de la vida, la pasión, la resurrección y la esperanza cristianas en diversos tipos de experiencias desde los años 70s y 80s, como Asambleas Bíblicas, Comunidades de Vida Cristiana CVX, Comunidades de Base, Grupos de Reflexión teológica, etc y que ahora, en los albores del siglo XXI, - con toda su carga simbólica y real de modernización tecnológica, de sociedad de la información y los conocimientos, pero también de mayores problemáticas sociales y económicas, de mayores contrastes y desigualdades, de mayores injusticias y corrupción, conflictividad y violencia política, social, etc,…- seguimos creyendo tercamente en la utopia del Reino de Fraternidad y de Justicia, en el Dios de la Vida, y en las distintas formas de trabajo y lucha por esa justicia, por la paz y la vida, - la vida digna para todos -, y en Jesús, como el Hijo del Hombre que nos indicó y enseñó con su palabra y con su ejemplo, hasta la locura de la cruz, el camino “angosto” y difícil para construir ese Reino, pero de una manera abierta, es decir, ecuménica e interreligiosa, donde quepamos de verdad todos, “sin distingos de raza, cultura ni color”.

Como artistas y artesanos, como trabajadores de la educación y de la cultura, y más que todo, como inquietos buscadores, como legos y creadores atrevidos, eso si, nunca solos sino como miembros activos, líderes o sencillos acompañantes de grupos y comunidades (barriales, educativas, parroquiales, juveniles, infantiles, de mujeres,…) hemos vivido y trabajado, experimentado y aprendido, hemos sufrido y gozado, al intuir y re-correr, re-leer e interpretar, al re-hacer y re-crear nuestras vivencias de fe, de dolor y esperanza a través de la escritura, la poesía, el canto, la música, la pintura, la creación manual, etc, desde la meditación, la contemplación, la alimentación existencial y espiritual de los Evangelios, las reflexiones teológicas, los poetas creyentes y no creyentes, la lectura crítica de los acontecimientos personales y sociales, locales y mundiales.

Re-lacionando y re-flexionando la fe y el arte

Si tratamos de encontrar algunos puntos de encuentro entre los mundos de la fe y el arte, a través de una reflexión atenta y crítica de nuestra propia experiencia existencial y de la experiencia histórica, podríamos decir que es una relación a la vez simbólico- funcional y simbólico-interpretativa.

Simbólica, en primer lugar, porque como seres humanos en principio y desde el principio de los tiempos- expresamos y relacionamos esos dos mundos a través de lenguajes de símbolos y signos, reconocidos cultural e históricamente. Recordemos solo algunos de esos símbolos y su significado: el paraíso (la utopia), la manzana y la serpiente (la tentación y el mal), la zarza ardiente (la fe inquebrantable), las tablas de la ley (los mandatos ético-morales), el maná (el alimento), el pesebre (la pobreza), el pan y el vino (el cuerpo y la sangre, el encuentro, el compartir), las redes y los peces (la misión, la comunidad), la paloma (el Espíritu de Dios), la cruz (la pasión y muerte), y tantos otros. Todos ellos expresan y resumen la relación entre la fe y la cotidianidad, entre las creencias, las utopías, sus exigencias y contradicciones. Pero además, esta interacción entre fe y arte es simbólica, porque no es puramente ideológica, racional, abstracta, como tampoco puramente práctica o material, de manipulación utilitaria de la fe o de técnicas artísticas por si solas, sino que relaciona e integra elementos ideales, conceptuales, intuitivos, expresivos y de muchas otras dimensiones vitales.

Esta relación es simbólica-funcional por cuanto a través de la historia las distintas formas y lenguajes artísticos sirvieron y sirven a la fe y a la teología como medios o vehículos de visualización y objetivación e incluso como estrategias pedagógicas de expresión y enseñanza de las creencias, las verdades, los dogmas, los principios y valores. -Pensemos por ejemplo, en los vitrales de las catedrales de la Edad Media-. Y es a la vez simbólico- interpretativa, por cuanto esas formas de expresión de la fe siempre se han dado en un contexto histórico, cultural y social, nunca neutro ni mecánico, por eso han sido también formas de re-presentación, de re-lectura, re-interpretación y re-creación de estas creencias, verdades y valores. -Pensemos por ejemplo en el tradicional canto llano o gregoriano, en las grandes obras y misas elaboradas por los compositores clásicos y románticos, o en las misas folclóricas y populares latinoamericanas.

Podríamos pues, buscar y encontrar muchos ejemplos de altas reflexiones o conceptualizaciones teológicas desde la antigüedad hasta la modernidad a cerca de esta relación. Por ahora, como abrebocas, podemos afirmar, como bellamente lo expresó el Papa Juan Pablo II en su Carta a los Artistas que: “En realidad se trata de una relación, de un diálogo no solamente motivado por circunstancias históricas o razones funcionales, sino basados tanto en la esencia misma de la experiencia religiosa como de la creación artística… pues en el hombre artífice se refleja la imagen del Creador”. - Fijémonos como ahí, precisamente cuando habla de “artífice” y de “imagen del creador” esta de entrada utilizando un lenguaje simbólico, artístico y visual. Según esta aseveración, tanto la experiencia religiosa como la experiencia artística, beben de una misma fuente. Cuál es esa “esencia” que las relaciona y las acerca o las coloca en diálogo permanente?

En sentido estricto y no sólo figurativo, como también lo propone el papa J.P. II “todos los hombres estamos llamados a ser artífices de nuestra propia vida y de nuestra historia”, y efectivamente todos lo somos de muy diversas maneras. Sin embargo, no todos sentimos, nos concientizamos, o desarrollamos de la misma forma esas capacidades o talentos que el Dios de la Vida nos regala para realizarnos como personas; no todos vivenciamos y expresamos de la misma manera nuestras experiencias de Dios, de la fe, de las dimensiones sobrenaturales, de los múltiples misterios de la realidad.

Como lo afirmaba hace ya mucho tiempo Nicolás de Cusa: “el arte creador que el alma tiene la suerte de alojar, no se identifica con aquel arte por esencia que es Dios sino que es una comunicación y una participación del mismo. Por eso el artista, cuanto mas conciente es de su “don”, tanto mas se siente motivado a mirar hacia si mismo y hacia toda la creación con ojos capaces de contemplar y agradecer”

Como artesanos y artistas sentimos la apremiante necesidad de ex–presar, es decir, de ex-teriorizar los sentimientos más profundos y muchas veces encontrados de contemplación, admiración, perplejidad, sufrimiento, desgarramiento del alma, ante la belleza de un paisaje, ante la inconmensurabilidad del universo infinito, ante la penumbra y la lluvia románticas o tenebrosas, ante la inmensa alegría de la madre que da a luz, o la que recupera a su hijo perdido, ante los sufrimientos de un pariente o un amigo enfermo, ante los ojos tristes y cuerpos famélicos de las madres y los niños africanos e hindúes, ante los incansables llamados de los profetas “en medio del desierto” de la indiferencia, de las manifestaciones masivas de protesta, ante las miradas duras o tímidamente acusadoras de los ancianos, las madres y niños desplazados de nuestros pueblos y veredas, ante tantas y tantas situaciones limite o simplemente cotidianas.

Hasta dónde podríamos decir que nuestra relación como artistas y artesanos con el cosmos, con el mundo, con todos los seres existentes dentro de él, especialmente con los seres humanos, nuestros congéneres por naturaleza, es una relación de cercanía, de necesidad, de compenetración vital. Desde y como adolescentes y jóvenes, en determinados momentos y circunstancias, o a lo largo del a vida, en distintos tipos de experiencias personales, sociales, naturales, ecológicas, comunitarias,… como artistas y artesanos en construcción permanente, sentimos la necesidad, el gusto, el disgusto o el conflicto, de expresar e interpretar nuestras percepciones, emociones, e intuiciones de las situaciones cotidianas y de los acontecimientos históricos. Y esto lo hacemos, no con grandes o rebuscados recursos sino sencillamente a partir de nuestras habilidades y capacidades aprendidas y desarrolladas, ya sea desde la infancia o desde una etapa vital determinada, interpretando o creando, con las manos, con los ojos, con la voz… escribiendo, cantando, contando, pintando, modelando, porque existen momentos vitales en los que experimentamos la urgencia inaplazable de expresar esa especie de “imperativo categórico estético” de decir, esa necesidad urgente de plantear, gritar, mostrar a los cuatro vientos -o también a la intimidad y la soledad de nuestra habitación-, esas sensaciones de alegría, de dolor, de indignación, de apacible contemplación, de alegría profunda y en fin, de intima unión y compromiso con los otros y con la realidad.

En griego la palabra poiesis (de ahí poesia) significa “creación”. De acuerdo con esto, en sentido etimológico, todo artista y todo artesano es un “poeta” es decir, es un creador. Entonces, podemos decir que el poeta “esculpe” palabras, símbolos e imágenes, asi como el músico “pinta” melodías y armonías, que el pintor da diversos “tonos” a sus composiciones así como el artesano crea o recrea figuras e imágenes, amasa y moldea formas, colores y sabores…. Por eso, parafraseando al patriarca podemos decir que “el que canta ora dos veces”, “el que pinta ora dos veces”, “el que declama ora dos veces” el que esculpe ora dos veces”…


Alfonso Franco A
Julio 2008

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