domingo, 14 de septiembre de 2008

De Anne para Jafeth

Cantan.
Cantan desde los colores ocres, cafés, marrones: cálidos, cubrientes, invitantes a quedarse; lugares de origen, carne humana, fertilidad a nacer, lugares de acogida al fin de la vida. Silencios de contrastes, así los opacos y blanqueados verdes: internaciones en los pálidos amarillos, los dos blancos, frescos recién naciendo de haber estado tanto tiempo escondido al y por la humanidad. Representantes de los brotes de vida, del fuego del alma que hace crecer, crear, estar comprometido, luchar, celebrar. Y hay tonos fluyendo en azules-lilas, refiriendo a mar, fuentes de origen, aguas de fertilidad primaria. Y rojos, mientras, atravesándolo todo, siempre, la sangre, el amar, el ardor de aquello de lo que el ser humano es capaz de recibir, de ver con más que sus ojos, de brillar con todo su ser.
Entre los colores: líneas, finas, negras, guiantes como aquellas de las partituras. Ondulantes, así acompañando el canto de la música que, por medio del el color, cuenta de las historias de los pueblos: a través de los pinceles de Jafeth. Finas y muchas, como aquellas que en un tejido dan la base dentro de la cual se estará formando la imagen – no por ellas, y sí insustituíblemente con ellas, el color y la línea, uniéndose, creándo forma, cuerpo, vida.
Son estos los tres fundamentos de la cultura, según uno de los pueblos originaros de América Latina, los Maya-Nahuatl: la danza, la música y la poesía. Hoy sabemos nosotr@s de ello, porque nos han contado en sus libros pintados: códices de historia vivida, vibrante en colores, ubicados y abrigados entre líneas negras, finas y movidas, firmes y libres, según el caminar humano, nacidos del vivir intenso. A estos, la obra de Jafeth es heredera, en el sentido de ser creación nueva y creante. Hay en ella “flor y canto”, belleza y palabra verdadera de la vida, sútil, brotando en todos los colores, que nacen de los suelos latinoamericanos. Su particular tono de tierra fértil, da testimonio de este porvenir, y como una piel de polvo que cubre toda la obra, en la que se marca su pertenencia. La obra un ser propio, nacido de la mano de Jafeth y su encuentro con la vida de América Latina, que a su vez cuenta y contará a quienes le quieren escuchar, historias de vida innatas, y invita a cada una, cada uno de nosotras a pintarlas por medio de su propio vivir.
Para Jafeth.

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