domingo, 14 de septiembre de 2008

30 años de arte de Jafeth

30 años de vida artística del pintor de la red Teo - artística Jafeth Gómez



Colores del tiempo (30 años de arte, a Jafeth)
Ocurre o se me antoja, que de vez en cuando algunos hombres o mujeres tienen esa poderosa suerte que da la vocación o la terquedad: la de mirar a los ojos del paraíso, a sus cristalinas alucinaciones, a sus miradas tatuadas de invocaciones abrumantes de belleza, atiborradas de irreverencias estéticas que se sublevan ante sus propias historias…
Al él, lo sorprendió el paraíso, sentado bajo el árbol de guamo, entre el aleteo de las mariposas del amanecer, junto a un rio que aun es cristalino. Y se cuanta que vinieron los loros, los grillos amarillos, y las lagartijas con sus ojos acarbonados, para beber del jugo dulce de su lápiz... Y le llamaron pintor de nuevos amaneceres…
Y el miro la mañana con sus ojos de un sueño acabado de nacer y acaricio un puñado de tierra entre los dedos, para saborear en el aire el sabor cálido de los hechizos que los viejos habían dejado habitando sobre las cañadas. Y se bebió los rostros en copas gaseosas de ternura; y volvió a construir cestos de fique y guitarras y vasijas de barro con sus respectivas herencias dentro; se abrazo a las nubes que desprevenidas se saludaban entre si, amarro su barca de hojarasca en la madera del cielo raso, y dejo la luna de queso, goteando sobre la piel de las mujeres de barro.
Ese día, la tarde se apresuro, de descubrió su voluptuoso cuerpo de colores anaranjados y poso desnuda sobre una colina, mientras el maíz se tostaba al sol y las mazorcas se cepillaban con sus peines de viento, sus sutiles cabelleras negras, rubias, color de tarde o de chocolate.
A mi me pareció ver que desde el rio donde el sacaba con su mano pececillos rojos para ponerlos a competir con las acrobacias aéreas de las golondrinas, subía una diosa con los cabellos sueltos y sus vestidos líquidos de vinilo que se queda luego a dormir en sus paleta de azucenas y geranios. Y entonces los rostros se dejaron su mejor sonrisa y las miradas se posaron claras, con la negrura de sus ojos, sobre el viento amarillo, sobre, sobre la tarde roja; sobre las palabras clandestinas que volvieron a ser conjuros de fertilidad.
Ese día el mundo volvió a ser del color de la tierra y las mujeres corrieron a recoger la primera semilla del maíz que venía del sol, y los hombres se afanaron a regar con chicha sus sembrados. Y se pintaron los poemas de verde sobre los montes y las canciones a la orilla la orilla del mar volvieron a ser azules. Y la imaginación tercamente hizo pacto con las estrellas para volver a tener palabras de luz, boca de utopía.
Y Se dice que el pintor anda por ahí, en medio de una bandada de guacamayos rojos, amarillos, verdes, desatando hechizos de color en los montes donde habitaron los ancestros; se dice vuela sobre una playa sembrando encantos en las olas jóvenes que regresan del horizonte; y le pone nombres a los olvidos y esperanza a las buenas intensiones.
Al paraíso yo le vi ahí, en los colores, habitando los cuerpos, los rostros con el color de la tierra: Porque el paraíso existe en los rostros color canela, en el sueño al que asisten los pájaros en bandadas para pintar el dia o para dar una muestra elocuente de divinidad. En las pinturas del Pintor, la vida es gratuita, es una legislación en cariño que habita las miradas y se desborda por el contorno de los cuerpos, en cálidos colores quemados al sol del medio dia y en amarillos hechos de oro, de risa o de maíz.
Y se dice por ahí, a baja voz, con un susurro sutil de misterio, con una elocuente agitación de suspiros jóvenes, que volvieron a nacer los dioses….
Para Jafeth
De Warner

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